"Deberían hacer un juicio al ejército, pues sólo
están juzgando a un milico suelto tras otro milico suelto, pero lo que está
enfermo es el ejército como institución. Habría que hacer un juicio ciudadano contra un ejército que ha masacrado a su
pueblo a través de la historia. Es tiempo que saneemos
eso."
Salazar Gabriel
http://memoriaoralancestralautobiog.blogspot.com/2009/09/chile-al-desnudo-historiador-gabriel.html
"Cara a cara" entre Juan Emilio Cheyre y Ernesto Lejderman en El Informante
Lejderman: No le deseo a Cheyre ni a los genocidas lo que vivieron mis padres
El hijo de una pareja asesinada en dictadura emplazó al militar a revelar la verdad sobre el caso
"No sé más que lo que dije en tribunales", respondió el ex jefe del Ejército.
"No sé más que lo que dije en tribunales", respondió el ex jefe del Ejército.
Publicado: 00:59 | Autor: Cooperativa.cl
Lejderman fustigó a Cheyre para que diga la verdad sobre el caso de sus padres y de otras víctimas de la dictadura.
20/08/201311:05|[Audio] El Primer Café: La responsabilidad ética de Juan Emilio Cheyre 20/08/201309:12|Servel no ha debatido el "caso Cheyre" 20/08/201307:04|Cheyre: Mi única acción fue entregar al niño
Ernesto Lejderman, el hijo de una pareja que fue asesinada por una patrulla militar en diciembre de 1973 en el Valle del Elqui, se enfrentó cara a cara con el ex comandante en jefe del Ejército y actual director del consejo directivo del Servel, Juan Emilio Cheyre, quien lo entregó cuando era un bebé a un convento en La Serena.
Ambos protagonistas de este caso participaron en el programa "El Informante" de TVN, donde Lejderman reiteró que no guarda sentimientos de rencor y que espera que nadie sufra como lo que le tocó vivir a sus padres.
"Estoy aquí por dos personas, Bernardo (Lejderman, argentino) y María (Avalos, mexicana), que ya no están, que son mi papá y mi mamá. Estoy aquí por su memoria, porque sigo planteando que tiene que haber justicia, todavía no la hay. No le deseo ni a Cheyre ni a ningún militar genocidas ni a nadie lo que mis padres vivieron, tampoco lo que viví yo al tener que presenciar el crimen de mi papá y mi mamá", afirmó.
Durante este cara a cara el ciudadano argentino le preguntó directamente a Emilio Cheyre por qué no entregó mayores datos sobre el citado caso. El ex comandante en jefe indicó que dijo todo lo que sabía.
"El compromiso con la verdad que asumí como comandante en jefe fue integral, si hubiese sabido algo más en relación al caso de Ernesto lo hubiera dicho. No sé más que lo que dije en tribunales", aseveró Cheyre.
En la ocasión Lejderman cuestionó las versiones militares sobre la muerte de sus padres y fustigó al actual directivo del Servel por no reunirse con él cuando se lo pidió en 2004.
"En 2004 le emití una carta pública a Emilio Cheyre para que dijera lo que sabía, él era ayudante del jefe del Regimiento Arica, le planteó por qué no cuenta a la justicia y a la sociedad chilena todo lo que pasó. Recién en 2009 cuando termina el juicio accede a una reunión, pero yo creo que el señor Cheyre está dando la cara porque la sociedad chilena está pidiendo una respuesta no sólo yo", indicó.
El general (r) respondió que de esa carta "no tengo conocimiento ni noción, yo contribuí todas las veces que fue necesario y dije toda mi verdad en los tribunales" .
"Hay un asunto humano, de pena, de dolor causado que me hace estar aquí, Nunca rehuí ningún contacto ni dar la cara ante nadie. No estoy aquí porque lo demanda la sociedad", añadió.
Juan Emilio Cheyre, quien reconoció que no leyó el informe Rettig (elaborado en 1991) hasta 1998, dijo sentir "dolor" por este caso y ser víctima de una "mentira", respecto a la versión oficial del Ejército en este caso y que nunca la cuestionó "porque no tuve ningún antecedente para dudar".
"Lo invito a que rompa los pactos de silencio y cuente donde están los cuerpos de los detenidos desaparecidos, qué pasó con mi papá y mi mamá. Lo invitó a que le dé contenido a sus palabras", concluyó Lejderman.
"Con respecto a este tema no le puedo aportar más porque no sé más y si supiera una palabra más la diría", finalizó el ex comandante en jefe del Ejército.
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PS y familiares de detenidos desaparecidos emplazarán a Cheyre a revelar paraderos de hijos de víctimas de la dictadura
También se solicitará al actual Comandante en Jefe, Juan Miguel Fuente-Alba, que abra una investigación sobre la eventual entrega de niños o recién nacidos, en adopción o, cualquier forma de custodia.
por El Mostrador
Rivero será acompañada por la vicepresidenta de Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, Mireya García; la viuda del sociólogo degollado José Manuel Parada, Estela Ortíz y la nieta del Presidente Allende y candidata al parlamento, Maya Fernández.
También se solicitará al actual Comandante en Jefe, Juan Miguel Fuente-Alba, que abra un periodo de investigación, acerca de la eventual entrega de niños o recién nacidos, en adopción o, cualquier forma de custodia.
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21 de Agosto de 2013
Caso Lejderman
MEO pide renuncia de Cheyre al Servel y familiares de víctimas le solicitan que revele paradero de hijos de personas desaparecidas
El candidato presidencial del PRO aseguró que "esto es como el caso Jaime Guzmán. Cuando alguien dice 'yo sabía que había muchos crímenes, pero hice lo que pude y rescaté a un niño', quiere decir que sabía que habían otros niños en estos casos y nada hicieron". Hasta el Servicio Electoral también llegaron con el fin de entregar una misiva: la AFDD, la viuda del sociólogo degollado José Manuel Parada, Estela Ortiz; y la nieta del ex Presidente Salvador Allende y candidata al Parlamento, Maya Fernández.
por El Mostrador
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La vicepresidenta del PS, Carola Rivero, junto a la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, la viuda del sociólogo degollado José Manuel Parada, Estela Ortiz; y la nieta del ex Presidente Salvador Allende y candidata al Parlamento, Maya Fernández, entregaron esta mañana una carta al ex comandante en jefe del Ejército y actual presidente del consejo directivo del Servicio Electoral (Servel), Juan Emilio Cheyre, para que entregue antecedentes sobre el paradero de hijos de desaparecidas durante la dictadura.
En específico, sobre el destino de los hijos de nueve militantes socialistas que estaban embarazadas y que se encuentran desaparecidas.
Asimismo, anunciaron que solicitarán al actual Comandante en Jefe, Juan Miguel Fuente-Alba, que abra un periodo de investigación en relación a la eventual entrega de niños o recién nacidos, en adopción o, cualquier forma de custodia.
Al respecto, vicepresidenta de la Agrupación de Detenidos Desaparecidos, Mireya García, calificó como una “falta de respeto” que Cheyre integre el Servel, por cuanto “preside una de las instancias más democráticas que existen en el país”, dijo.
“La carta señala concretamente que Cheyre tiene que renunciar y que el Ejército, a través de su Comandante en Jefe se digne a entregar la verdad que aún oculta sobre los detenidos desaparecidos”, comentó la dirigente.
Por su parte, el candidato presidencial del PRO, Marco Enríquez-Ominami, solicitó la renuncia de Juan Emilio Cheyre de la presidencia del Consejo Directivo del Servicio Electoral.
“Yo pido, sin odio ni venganzas, ni ánimo de ajusticamiento, la renuncia de este ex comandante. Me parece que él debe renunciar a su cargo, no corresponde que siga, ya está en tela de juicio su ética”, sostuvo.
Agregando que “esto es como el caso Jaime Guzmán. Cuando alguien dice ‘yo sabía que había muchos crímenes, pero hice lo que pude y rescaté a un niño’, quiere decir que sabía que habían otros niños en estos casos y nada hicieron”.
elmostrador
21 de Agosto de 2013
Rector cuestiona permanencia del presidente del Servel en su cargo
El candidato presidencial del PRO aseguró que "esto es como el caso Jaime Guzmán. Cuando alguien dice 'yo sabía que había muchos crímenes, pero hice lo que pude y rescaté a un niño', quiere decir que sabía que habían otros niños en estos casos y nada hicieron". Hasta el Servicio Electoral también llegaron con el fin de entregar una misiva: la AFDD, la viuda del sociólogo degollado José Manuel Parada, Estela Ortiz; y la nieta del ex Presidente Salvador Allende y candidata al Parlamento, Maya Fernández.
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En específico, sobre el destino de los hijos de nueve militantes socialistas que estaban embarazadas y que se encuentran desaparecidas.
Asimismo, anunciaron que solicitarán al actual Comandante en Jefe, Juan Miguel Fuente-Alba, que abra un periodo de investigación en relación a la eventual entrega de niños o recién nacidos, en adopción o, cualquier forma de custodia.
Al respecto, vicepresidenta de la Agrupación de Detenidos Desaparecidos, Mireya García, calificó como una “falta de respeto” que Cheyre integre el Servel, por cuanto “preside una de las instancias más democráticas que existen en el país”, dijo.
“La carta señala concretamente que Cheyre tiene que renunciar y que el Ejército, a través de su Comandante en Jefe se digne a entregar la verdad que aún oculta sobre los detenidos desaparecidos”, comentó la dirigente.
Por su parte, el candidato presidencial del PRO, Marco Enríquez-Ominami, solicitó la renuncia de Juan Emilio Cheyre de la presidencia del Consejo Directivo del Servicio Electoral.
“Yo pido, sin odio ni venganzas, ni ánimo de ajusticamiento, la renuncia de este ex comandante. Me parece que él debe renunciar a su cargo, no corresponde que siga, ya está en tela de juicio su ética”, sostuvo.
Agregando que “esto es como el caso Jaime Guzmán. Cuando alguien dice ‘yo sabía que había muchos crímenes, pero hice lo que pude y rescaté a un niño’, quiere decir que sabía que habían otros niños en estos casos y nada hicieron”.
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21 de Agosto de 2013
Rector cuestiona permanencia del presidente del Servel en su cargo
Peña vuelve a la carga y dice que a Cheyre le resulta incompatible su actuación en el caso Lejderman con ser el “garante del proceso democrático”
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, los Juicios de Nüremberg (1945) y de Tokio (1947) fueron el primer bofetón a una humanidad que hasta esa fecha vivía en la burbuja. De los victimarios juzgados entonces, algunos se suicidaron, otros fueron ejecutados, pero una gran mayoría después de cumplir algunos años de cárcel, salieron en libertad, muriendo de viejos en sus hogares. O viviendo como buenos vecinos. La mayoría de ellos estaban convencidos que hacían un bien a la patria al liquidar judíos, niños, hombres, mujeres, ancianos. Cumplían con su deber. El juicio moral que recae sobre ellos archiva miles de páginas enquistadas en armarios de bibliotecas, y la humanidad poco a poco las ha ido olvidando. Es la maldición de la historia.
Los civiles nos preguntamos cómo, Juan Emilio Cheyre no supo, no preguntó, no debatió, no leyó el informe Rettig hasta el año 2009. Juzgamos la situación desde la perspectiva de civiles, no de militares. Todos, sin excepción, son parte de esta maldición militar. Armados bajo su alero: no preguntar, no debatir, creer en el superior y seguir viviendo en la burbuja mientras se pueda. Así es una parte importante de esta sociedad. O era, hasta hoy. Es por ello que esta realidad espanta: se sigue premiando con titulares en la prensa, páginas sociales, postulaciones al Congreso, a quienes fueron directamente colaboradores de la dictadura. En otros países, esta gente estaría guardada en sus casas o en sus cientos de hectáreas del sur, olvidados o apuntados con el dedo.
LO IMPERDONABLE
Cheyre, una vez Comandante en Jefe, colocó el tema de los Derechos Humanos en las aulas de la Escuela Militar. Su Nunca Más y búsqueda de la verdad en caso de los detenidos desaparecidos fue algo que retumbó en la prensa de entonces. Ninguna autoridad militar lo había hecho hasta entonces. Y pidió perdón. Ningún medio de comunicación comprometido con la dictadura lo ha hecho. Por el contrario, ensalza aquella época como la base de una cuna de tigres, cuando en realidad este es un país de gatos y de cobardes. Ningún civil, algunos de ellos calentando asientos en el Parlamento, colaboradores de la dictadura, ha tenido el gesto que tuvo Cheyre antes y que tiene hoy, enfrentando el juicio de la opinión pública y mostrando su verdad.
Esta historia tiene muchas aristas que apuntan a un solo objetivo: ubicar y enjuiciar a los culpables, ubicar y abrazar a nuestros hermanos, torturados, muertos y desaparecidos. Tomar las heridas y restañarlas con humildad. Obligarnos a pedir perdón.
Este debate abre las puertas a una verdad que duele, una verdad gestada desde el corazón de cada uno de los que silenció y vivió de los horrores, usufructuando de lo imperdonable: la mentira. Verdad que espera el juicio que cada chileno debe hacer y apuntar hacia los responsables de esta larga noche negra: la Junta Militar que rompió y partió el alma de Chile en dos el 11 de septiembre de 1973; los medios de comunicación que colaboraron silenciando verdades o mintiendo vergonzosamente hasta hoy; y los Tribunales de Justicia que sistemáticamente negaron recursos de amparo enviando a la muerte a cientos de chilenos, y que, en algunos casos fallan buscando resquicios legales para salvar nuestra vergüenza. Los uniformados que un día juraron defender la bandera y la mancharon con la sangre de sus propios hermanos: hombres, mujeres, jóvenes, niños.
Sobre todo, lo imperdonable: hoy en Chile aún hay quienes niegan a la dictadura, hablan de gobierno militar, y en base a ello aspiran hoy a seguir gobernándonos desde el Parlamento o desde las tribunas sociales gestadas con su poder. Mientras ellos no acepten su error, no pidan perdón, los chilenos seguiremos espantados. No solo por el dolor de nuestros hermanos, sino por una verdad relatada a medias. Y entonces, Cheyre y Lejderman, han hablado en vano.
En el testimonio, Cheyre se refirió a la versión que conoció de los hechos y
a su rol en relación con el hijo de la pareja asesinada, Ernesto Lejderman,
entonces de dos años.
La primera fue en abril de 2003, siendo comandante en jefe del Ejército, y lo hizo en calidad de testigo: “Mi participación en estos hechos parte la tarde del día que vuelve la patrulla, ellos venían con un niño de un año y medio o dos. El capitán Fernando Polanco venía con un menor de edad y entregó una información que decía que habían perseguido a dos personas, que se escuchó una explosión y que, al acercarse, vieron a dos personas reventadas”.
Luego sigue: “El comandante (del regimiento, Ariosto) Lapostol me instruye que el niño pase en el más breve plazo a un convento de La Serena, que tuviera menores a su cargo, afín a la situación producida con el menor. Tomé contacto con el obispo o con su secretario, desde ahí nos derivan a un convento que está cercano al regimiento. Si mal no recuerdo, las monjas vinieron al regimiento a buscar a la guagua, no me parece que yo haya entregado al menor de edad a las monjas. La guagua estuvo no más de una hora y media a dos horas en el regimiento, hasta que se lo llevaron las religiosas. (...) No recuerdo (quiénes integraron la patrulla)”.
Cinco meses después de esa declaración, Cheyre envió una carta manuscrita al general (R) Lapostol, entonces imputado en el caso, que luego fue remitida al expediente judicial por la defensa de este último. En la misiva, fechada el 10 de septiembre, Cheyre resalta la conducta con “apego a los valores que se nos inculcaron a los soldados, lealtad al Ejército, sentido de apego a nuestros conciudadanos, ausencia de odio. En síntesis, un honor militar”.
La carta dice: “En víspera de la fecha en que hace 30 años le correspondió ‘probarse’ como hombre, chileno y comandante reciba mi saludo. Muchos podrían ser los recuerdos. Sin embargo, mi sentimiento se resume en el respeto que le debo a quien fuera mi comandante en tan difíciles momentos. (...) Usted puede volver a la zona sin tener que esconder nada. (...) Hoy, como comandante en jefe del Ejército, valoro en todo lo que significa el poder haber desarrollado mi carrera militar sin fantasmas del pasado, gracias a que nunca se me dio una orden alejada de la recta doctrina”.
El 17 de febrero de 2005, Cheyre respondió por oficio un cuestionario al ministro de fuero, Joaquín Billard, referido a Lapostol. “No conocí conducta irregular o que pudiese entenderse como delictuosa. (...) No tengo conocimiento de órdenes en relación con los homicidios que se investigan”.
Lapostol fue condenado en primera instancia, pero la Corte Suprema lo absolvió
http://www.elmostrador.cl/kiosko/2013/08/22/las-dos-declaraciones-del-ex-general-en-el-caso-lejderman/
“El ex comandante en jefe del Ejército ha sostenido que nunca ha eludido su responsabilidad. Pero él sabe que una responsabilidad sin consecuencias —una responsabilidad que deja al responsable incólume, como es su caso— no es responsabilidad... ”, sostuvo el académico.
por El Mostrador
-
El rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, arremetió nuevamente contra el ex comandante en jefe del Ejército y actual director del Consejo Directivo del Servel, Juan Emilio Cheyre.
En su habitual columna en El Mercurio, el académico planteó, los que a su juicio, son los asuntos eludidos por el ex uniformado sobre la materia: “El primero es el relativo a la distinción entre responsabilidad penal y responsabilidad moral; el segundo se refiere al silencio que hasta ahora había mantenido sobre el caso Lejderman; y el tercero alude a su posición actual en el aparato público”.
Peña prosiguió en su análisis: “Juan Emilio Cheyre no tuvo, según declaró la Corte Suprema, responsabilidad legal en el caso. ¿Acaba ahí el problema? Por supuesto que no. Los deberes públicos son más altos que los que fija la ley. En la esfera pública existe, desde antiguo, la responsabilidad moral que se verifica cuando se omite el comportamiento que se adeudan entre sí los seres humanos. Al leer la entrevista de Cheyre, sin embargo, esta distinción fundamental se omite y él no parece consciente de ella. Cheyre se ve a sí mismo como una simple “hoja movida por el viento” (la expresión es de Aristóteles), un muñeco de las circunstancias que puede entregar un niño huérfano, cuyos padres acaban de ser asesinados por colegas suyos, a unas monjas, sin advertir durante décadas (hasta 1998, cuando se inició el juicio, según declara) que había algo irregular en un hecho tan tremendo. Hasta ese momento (cuando fue citado a un tribunal) Cheyre ni siquiera se alarmó: debió pasar un cuarto de siglo para que su memoria fuera herida por el recuerdo de ese niño hecho expósito luego del asesinato de sus padres”.
“Cheyre ha dicho que no hizo más que cumplir órdenes y que nada supo, ni antes ni después. ¿No es esa la misma excusa que se ha oído infinidad de veces de parte de militares y civiles? ¿Es plausible que no advirtiera sino hasta 1998 —él, que era general desde 1994— la magnitud del hecho del que había sido parte? ¿Qué podemos exigir entonces de los ciudadanos comunes y corrientes?”, se preguntó Peña.
“La definición del caso Cheyre fijará —para bien o para mal— un estándar acerca del tipo de comportamiento que es exigible a los hombres públicos. ¿O enseñaremos a nuestros hijos que nada importa porque la calma del pasado todo lo remedia?”, agregó.
Para el rector de la UDP, “es evidente que Juan Emilio Cheyre omitió durante décadas el incidente (y ocultar mediante una acción o hacerlo mediante una cuidadosa omisión, como él lo ha hecho, es más o menos lo mismo): la primera vez que habla sin coacciones sobre este asunto es en la entrevista de ayer, exactamente cuarenta años después (las veces anteriores hizo declaraciones obligado como testigo, no porque se viera compelido por sus deberes cívicos a hacerlo. Recién la semana pasada se había negado a hablar del caso cuando fue explícitamente requerido por TVN)”.
En ese sentido, dijo que “es obvio que, además de las omisiones de Cheyre, hay en este caso una debilidad del escrutinio público en Chile. La actitud inquisitiva hacia quienes ejercen cargos públicos ha brillado en este caso por su ausencia. ¿Fue correcto que se le nombrara en los cargos que ejerció sin tomar en cuenta este caso? ¿Supieron de él las autoridades que lo nombraron pero, sabiéndolo, no les pareció relevante? ¿Les parece hoy día a las fuerzas políticas trivial, baladí, digno de olvido?”.
“En fin, está el problema de la actual posición de Cheyre en el aparato público. ¿Es razonable que en estos tiempos en los que se persigue la máxima legitimidad de las instituciones (es cosa de asistir al debate sobre la Constitución), un ex comandante en jefe que se vio envuelto en esos hechos y mantuvo luego esa actitud dirija el Servicio Electoral y se constituya en garante del proceso democrático? Es obvio que no. En la esfera pública hay incompatibilidades objetivas. Esta es una de ellas. Juan Emilio Cheyre ha sostenido que nunca ha eludido su responsabilidad. Pero él sabe que una responsabilidad sin consecuencias —una responsabilidad que deja al responsable incólume, como es su caso— no es responsabilidad. Así entonces, ¿qué consecuencia está dispuesto a asumir Juan Emilio Cheyre ahora que declara su voluntad de hacerse responsable?”, concluyó.
“El ex comandante en jefe del Ejército ha sostenido que nunca ha eludido su responsabilidad. Pero él sabe que una responsabilidad sin consecuencias —una responsabilidad que deja al responsable incólume, como es su caso— no es responsabilidad... ”, sostuvo el académico.
El rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, arremetió nuevamente contra el ex comandante en jefe del Ejército y actual director del Consejo Directivo del Servel, Juan Emilio Cheyre.
Peña prosiguió en su análisis: “Juan Emilio Cheyre no tuvo, según declaró la Corte Suprema, responsabilidad legal en el caso. ¿Acaba ahí el problema? Por supuesto que no. Los deberes públicos son más altos que los que fija la ley. En la esfera pública existe, desde antiguo, la responsabilidad moral que se verifica cuando se omite el comportamiento que se adeudan entre sí los seres humanos. Al leer la entrevista de Cheyre, sin embargo, esta distinción fundamental se omite y él no parece consciente de ella. Cheyre se ve a sí mismo como una simple “hoja movida por el viento” (la expresión es de Aristóteles), un muñeco de las circunstancias que puede entregar un niño huérfano, cuyos padres acaban de ser asesinados por colegas suyos, a unas monjas, sin advertir durante décadas (hasta 1998, cuando se inició el juicio, según declara) que había algo irregular en un hecho tan tremendo. Hasta ese momento (cuando fue citado a un tribunal) Cheyre ni siquiera se alarmó: debió pasar un cuarto de siglo para que su memoria fuera herida por el recuerdo de ese niño hecho expósito luego del asesinato de sus padres”.
“Cheyre ha dicho que no hizo más que cumplir órdenes y que nada supo, ni antes ni después. ¿No es esa la misma excusa que se ha oído infinidad de veces de parte de militares y civiles? ¿Es plausible que no advirtiera sino hasta 1998 —él, que era general desde 1994— la magnitud del hecho del que había sido parte? ¿Qué podemos exigir entonces de los ciudadanos comunes y corrientes?”, se preguntó Peña.
“La definición del caso Cheyre fijará —para bien o para mal— un estándar acerca del tipo de comportamiento que es exigible a los hombres públicos. ¿O enseñaremos a nuestros hijos que nada importa porque la calma del pasado todo lo remedia?”, agregó.
Para el rector de la UDP, “es evidente que Juan Emilio Cheyre omitió durante décadas el incidente (y ocultar mediante una acción o hacerlo mediante una cuidadosa omisión, como él lo ha hecho, es más o menos lo mismo): la primera vez que habla sin coacciones sobre este asunto es en la entrevista de ayer, exactamente cuarenta años después (las veces anteriores hizo declaraciones obligado como testigo, no porque se viera compelido por sus deberes cívicos a hacerlo. Recién la semana pasada se había negado a hablar del caso cuando fue explícitamente requerido por TVN)”.
En ese sentido, dijo que “es obvio que, además de las omisiones de Cheyre, hay en este caso una debilidad del escrutinio público en Chile. La actitud inquisitiva hacia quienes ejercen cargos públicos ha brillado en este caso por su ausencia. ¿Fue correcto que se le nombrara en los cargos que ejerció sin tomar en cuenta este caso? ¿Supieron de él las autoridades que lo nombraron pero, sabiéndolo, no les pareció relevante? ¿Les parece hoy día a las fuerzas políticas trivial, baladí, digno de olvido?”.
“En fin, está el problema de la actual posición de Cheyre en el aparato público. ¿Es razonable que en estos tiempos en los que se persigue la máxima legitimidad de las instituciones (es cosa de asistir al debate sobre la Constitución), un ex comandante en jefe que se vio envuelto en esos hechos y mantuvo luego esa actitud dirija el Servicio Electoral y se constituya en garante del proceso democrático? Es obvio que no. En la esfera pública hay incompatibilidades objetivas. Esta es una de ellas. Juan Emilio Cheyre ha sostenido que nunca ha eludido su responsabilidad. Pero él sabe que una responsabilidad sin consecuencias —una responsabilidad que deja al responsable incólume, como es su caso— no es responsabilidad. Así entonces, ¿qué consecuencia está dispuesto a asumir Juan Emilio Cheyre ahora que declara su voluntad de hacerse responsable?”, concluyó.
22 de Agosto de 2013
Cheyre, la maldición militar y la impunidad de los civiles
María Teresa Larraín
En diciembre de 1973 un joven teniente Juan Emilio Cheyre, asignado a la Intendencia de la IV Región protagonizaba un hecho que lo marcaría por vida y que hoy, tal cual Nüremberg, enfrenta el juicio de una comunidad nacional que recién despierta a hechos que la conmueven removiendo heridas que a muchos les gustaría ver cicatrizadas. Bajo el mando del Comandante del Regimiento Artillería Arica de la Serena, General Ariosto Lapostol, Cheyre cumplió una orden: hacerse cargo de un niño de dos años, a quien, según se le dice, lo encuentran en una caverna en algún sitio eriazo de la montaña en el valle de El Elqui. Sus padres, se le dice, se dinamitaron. Ninguna otra pregunta, ninguna. Buen oficial, tal cual se le enseña desde los 14 años, simplemente, obedece. El niño, hoy adulto, el ciudadano argentino Ernesto Ledjerman, entonces de 2 años, con su mameluco sucio, vestido modestamente, apenas balbucea y llama a sus padres. Caminar de niño asustado y en brazos del joven Cheyre que lo entrega al convento de la Providencia en La Serena, acto que fue posible a través del obispo de la zona, Monseñor Francisco Fresno. Muchos años después, el año 2009, Cheyre y Ledjerman se encuentran en el estudio del abogado Héctor Salazar. En un programa de televisión, vuelven a juntarse. Los chilenos saben hoy de una tragedia que envuelve a dos hombres: un niño y un joven en diciembre de 1973. El juicio de esta historia recién empieza.
Juan Emilio Cheyre no es otro más que una víctima bajo una sola maldición: ser militar en 1973 y hacer suyo, como todos los uniformados, el acto de obediencia debida, jamás cuestionarla, caminar la vida y obedecer verticalmente. Nos espantamos hoy de ello. En 1973, tras el golpe, era una cuestión de vida o muerte. Preguntar o cuestionar una orden era sentenciarse. Algunos lo hicieron y murieron o fueron dados de baja. Hijo de familia militar, yerno de otro general, Carlos Forestier, cuestionado por muertes en Pisagua y otros casos como el de los pasaportes falsos en 1976 firmados por Carlos Guillermo Osorio, ex Director de Protocolo de la Cancillería, asesinado por la DINA. Forestier no tuvo un día de cárcel y murió viejo en su casa como cualquier buen abuelo.Cheyre, una vez Comandante en Jefe, colocó el tema de los Derechos Humanos en las aulas de la Escuela Militar. Su Nunca Más y búsqueda de la verdad en caso de los detenidos desaparecidos fue algo que retumbó en la prensa de entonces. Ninguna autoridad militar lo había hecho hasta entonces. Y pidió perdón. Ningún medio de comunicación comprometido con la dictadura lo ha hecho. Por el contrario, ensalza aquella época como la base de una cuna de tigres, cuando en realidad este es un país de gatos y de cobardes. Ningún civil, algunos de ellos calentando asientos en el Parlamento, colaboradores de la dictadura, ha tenido el gesto que tuvo Cheyre antes y que tiene hoy, enfrentando el juicio de la opinión pública y mostrando su verdad.
LO IMPERDONABLE
Cheyre, una vez Comandante en Jefe, colocó el tema de los Derechos Humanos en las aulas de la Escuela Militar. Su Nunca Más y búsqueda de la verdad en caso de los detenidos desaparecidos fue algo que retumbó en la prensa de entonces. Ninguna autoridad militar lo había hecho hasta entonces. Y pidió perdón. Ningún medio de comunicación comprometido con la dictadura lo ha hecho. Por el contrario, ensalza aquella época como la base de una cuna de tigres, cuando en realidad este es un país de gatos y de cobardes. Ningún civil, algunos de ellos calentando asientos en el Parlamento, colaboradores de la dictadura, ha tenido el gesto que tuvo Cheyre antes y que tiene hoy, enfrentando el juicio de la opinión pública y mostrando su verdad.
Esta historia tiene muchas aristas que apuntan a un solo objetivo: ubicar y enjuiciar a los culpables, ubicar y abrazar a nuestros hermanos, torturados, muertos y desaparecidos. Tomar las heridas y restañarlas con humildad. Obligarnos a pedir perdón.
Este debate abre las puertas a una verdad que duele, una verdad gestada desde el corazón de cada uno de los que silenció y vivió de los horrores, usufructuando de lo imperdonable: la mentira. Verdad que espera el juicio que cada chileno debe hacer y apuntar hacia los responsables de esta larga noche negra: la Junta Militar que rompió y partió el alma de Chile en dos el 11 de septiembre de 1973; los medios de comunicación que colaboraron silenciando verdades o mintiendo vergonzosamente hasta hoy; y los Tribunales de Justicia que sistemáticamente negaron recursos de amparo enviando a la muerte a cientos de chilenos, y que, en algunos casos fallan buscando resquicios legales para salvar nuestra vergüenza. Los uniformados que un día juraron defender la bandera y la mancharon con la sangre de sus propios hermanos: hombres, mujeres, jóvenes, niños.
Sobre todo, lo imperdonable: hoy en Chile aún hay quienes niegan a la dictadura, hablan de gobierno militar, y en base a ello aspiran hoy a seguir gobernándonos desde el Parlamento o desde las tribunas sociales gestadas con su poder. Mientras ellos no acepten su error, no pidan perdón, los chilenos seguiremos espantados. No solo por el dolor de nuestros hermanos, sino por una verdad relatada a medias. Y entonces, Cheyre y Lejderman, han hablado en vano.
Las dos declaraciones del ex general en el caso Lejderman
El ex jefe del Ejército declaró como testigo de la causa en
2003.
En dos ocasiones declaró ante la justicia el renunciado presidente del
consejo directivo de Servel, Juan Emilio Cheyre, por el homicidio de Bernardo
Lejderman y su esposa.
La primera fue en abril de 2003, siendo comandante en jefe del Ejército, y lo hizo en calidad de testigo: “Mi participación en estos hechos parte la tarde del día que vuelve la patrulla, ellos venían con un niño de un año y medio o dos. El capitán Fernando Polanco venía con un menor de edad y entregó una información que decía que habían perseguido a dos personas, que se escuchó una explosión y que, al acercarse, vieron a dos personas reventadas”.
Luego sigue: “El comandante (del regimiento, Ariosto) Lapostol me instruye que el niño pase en el más breve plazo a un convento de La Serena, que tuviera menores a su cargo, afín a la situación producida con el menor. Tomé contacto con el obispo o con su secretario, desde ahí nos derivan a un convento que está cercano al regimiento. Si mal no recuerdo, las monjas vinieron al regimiento a buscar a la guagua, no me parece que yo haya entregado al menor de edad a las monjas. La guagua estuvo no más de una hora y media a dos horas en el regimiento, hasta que se lo llevaron las religiosas. (...) No recuerdo (quiénes integraron la patrulla)”.
Cinco meses después de esa declaración, Cheyre envió una carta manuscrita al general (R) Lapostol, entonces imputado en el caso, que luego fue remitida al expediente judicial por la defensa de este último. En la misiva, fechada el 10 de septiembre, Cheyre resalta la conducta con “apego a los valores que se nos inculcaron a los soldados, lealtad al Ejército, sentido de apego a nuestros conciudadanos, ausencia de odio. En síntesis, un honor militar”.
La carta dice: “En víspera de la fecha en que hace 30 años le correspondió ‘probarse’ como hombre, chileno y comandante reciba mi saludo. Muchos podrían ser los recuerdos. Sin embargo, mi sentimiento se resume en el respeto que le debo a quien fuera mi comandante en tan difíciles momentos. (...) Usted puede volver a la zona sin tener que esconder nada. (...) Hoy, como comandante en jefe del Ejército, valoro en todo lo que significa el poder haber desarrollado mi carrera militar sin fantasmas del pasado, gracias a que nunca se me dio una orden alejada de la recta doctrina”.
El 17 de febrero de 2005, Cheyre respondió por oficio un cuestionario al ministro de fuero, Joaquín Billard, referido a Lapostol. “No conocí conducta irregular o que pudiese entenderse como delictuosa. (...) No tengo conocimiento de órdenes en relación con los homicidios que se investigan”.
Lapostol fue condenado en primera instancia, pero la Corte Suprema lo absolvió
26 de Agosto de 2013
Cheyre: mucho más que el caso Ledjerman
- Jorge Escalante
elmostrador
El ex Comandante en Jefe del Ejército, general Juan Emilio Cheyre, no leyó el Informe Rettig. Dice que no se enteró de los crímenes de la dictadura, sino años después por artículos de prensa. Pero don Juan Emilio era el 16 de octubre de 1973 una persona importante en el Regimiento “Arica” de La Serena. Era el ayudante del comandante del cuartel, Ariosto Lapostol. Claro, un teniente de 24 o 25 años, pero con un nivel de información privilegiado, como todos los ayudantes de los comandantes. Hombres de confianza. Brazos derechos. Entonces, don Juan Emilio ¿no supo que ese día la Caravana de la Muerte asesinó a 15 prisioneros políticos? Sí que lo ‘recontrasupo’. Crímenes de lesa humanidad que jamás denunció a la justicia como muchos de sus camaradas de armas.
A los 15 los trajeron al cuartel desde la cárcel y los mataron de inmediato. ¡Qué Consejo de Guerra ni nada! ¿No supo don Juan Emilio de aquello, cuando se enteró todo el regimiento? ¿Fue el único oficial del cuartel que no se enteró, cuando todos sus compañeros oficiales de entonces declaran judicialmente que no sólo supieron, sino que vieron cómo los mataron?
¿Cómo que se enteró de los crímenes de la dictadura por los diarios años después leyendo artículos, si él mismo entregó ese día a la prensa el bando mintiendo a los familiares y a la población acerca de los 15 asesinatos de la Caravana de la Muerte cometidos en su propio regimiento?
“La preocupación fundamental era asegurarme de la pronta entrega de este antecedente a la opinión pública (…) Tomé contacto telefónico con el director del diario El Día”, dijo Cheyre en su declaración judicial en calidad de “inculpado” por estos delitos, el 18 de enero del 2000 ante el juez Juan Guzmán. Fue el mismo Cheyre quien informó de las 15 ejecuciones extrajudiciales, cubriendo las espaldas a los criminales Augusto Pinochet y Sergio Arellano.
Declara el entonces comandante Ariosto Lapostol, el 6 de enero de 1999, en el proceso: “Le ordené al teniente Cheyre que fuera al Diario El Día o que llamara por teléfono, para que se comunicara o se publicara el hecho del fusilamiento de quince personas; publicándose al día siguiente, 17 de octubre de 1973, un bando, puesto que así fue como decidió hacerlo el teniente Cheyre”.
Y don Juan Emilio decidió engañar. Lapostol quería salvar su honra. Exculpar de los crímenes a su gente. Decir que los mató la gente de Arellano.
El suboficial Luis Araos Flores era el segundo jefe de la Sección de Inteligencia del regimiento “Arica” ese día 15 de octubre. Su jefe de Sección era el capitán Fernando Polanco Gallardo, uno de los condenados en el caso Ledjerman-Ávalos. Pero durante octubre de 1973, Polanco no estuvo en La Serena pues cumplía funciones en Santiago.
Señala Araos, el 11 de diciembre de 2008, en la causa Caravana-La Serena: “Le manifesté a Cheyre la necesidad de informar lo ocurrido mediante un bando. Yo recogí la información de las personas fallecidas (…) Redacté un bando en que se consignaba que con la comitiva que llegó (Arellano), se ejecutó a las siguientes personas y sus cadáveres fueron llevados a una fosa común. Posteriormente, con los años me percaté que el bando había sido alterado”. Según Araos, el bando estaba autorizado por Cheyre.
¿Qué dijo finalmente ese bando? “Se informa a la ciudadanía que hoy 16 de octubre de 1973, a las 16.00 horas, fueron ejecutadas las siguientes personas conforme a lo dispuesto por los Tribunales Militares en tiempo de Guerra”.
¿Cuáles Tribunales Militares, don Juan Emilio? ¿Hubo Consejo de Guerra? ¿Cuáles fueron los abogados defensores de los detenidos? Nada señor.
Pero es el suboficial Héctor Vallejos Birtiola, también integrante de la Sección de Inteligencia del regimiento “Arica” al día de la visita del escuadrón de Arellano por La Serena, quien aporta otro antecedente relevante respecto de Cheyre: “En octubre de 1973 el capitán Fernando Polanco (jefe de esta Sección) fue enviado a Santiago en comisión de servicio. A cargo de la Sección de Inteligencia quedó el teniente Juan Emilio Cheyre Espinoza, que también se desempeñaba como ayudante del comandante Lapostol. Nosotros teníamos que llevarle toda la documentación a Cheyre para que él determinara lo que había que hacer”. Entonces, de acuerdo a esta declaración judicial, Cheyre era el jefe de Inteligencia del regimiento cuando mataron a los 15 prisioneros.
¿Supo o no don Juan Emilio de los crímenes, si era además el jefe de Inteligencia del regimiento “Arica” a esa fecha?
A no ser que todos mientan, partiendo por el comandante Lapostol, de acuerdo a estas declaraciones judiciales queda claro que el general Cheyre estuvo siempre perfectamente informado de aquellos crímenes. Y aquel día necesariamente tuvo que cumplir un rol activo en ese episodio, sin necesidad de mancharse las manos de sangre disparando contra los prisioneros. Todos los asesinatos de la Caravana de la Muerte por el sur y el norte con más de cien víctimas, fueron operaciones de Inteligencia.
En estos crímenes de La Serena existe otro antecedente jamás aclarado hasta ahora judicialmente. Un oficial del regimiento “Arica” a octubre de 1973, Pedro Rodríguez Bustos, declaró en el proceso en diciembre de 1999 que Arellano obligó a los oficiales jóvenes de menor graduación de ese regimiento, a dar el “tiro de gracia” con sus pistolas a los ejecutados, mientras sus cuerpos yacían en el suelo. El antecedente es congruente con la forma de operar de Arellano, sobre todo en las ciudades de Copiapó, Antofagasta y Calama, donde enganchó oficiales jóvenes para matar junto a sus hombres. Entre los nombres de oficiales que Rodríguez Bustos mencionó en aquellos supuestos “tiros de gracia”, estuvo el de Cheyre y diez más. En el proceso, además del comandante Lapostol, son varios quienes coinciden en que, además de los disparos de armas largas, fusiles ametralladoras que portaban los hombres de Arellano, hubo tiros de “pistola o revólver”.
Pero Rodríguez no fue testigo directo de aquello. Estaba de franco ese 16 de octubre. Dijo que se lo relataron “impactados en largas conversaciones” sus compañeros del mismo regimiento, Guillermo Raby y Julio Lafourcade, “con los cuales existe una gran amistad”. Todos los nombrados negaron judicialmente el hecho, incluyendo a Cheyre. Después desacreditaron a Rodríguez argumentando que se trataba de una “venganza” contra Cheyre, pues el declarante había sido guardaespalda del jefe CNI Álvaro Corbalán, enemigo declarado del general Cheyre. Así quedó el episodio en el aire. Sin embargo un día, finalizada la dictadura, los cuerpos de los 15 prisioneros fueron desenterrados de la fosa común del cementerio de La Serena, y los protocolos de autopsia aclararon el episodio. Diez de los cráneos tienen un solo balazo de arma corta, de trayectoria “de arriba hacia abajo”. O sea, el que disparó estaba de pie y el prisionero en el suelo. Los “tiros de gracia” existieron de acuerdo a estos protocolos. Pero no se sabe quiénes los dispararon.
Hasta ahora, al general Juan Emilio Cheyre no se le ha demostrado procesalmente una responsabilidad penal en estos crímenes de lesa humanidad. Aunque su procesamiento fue solicitado a los tribunales por el abogado Cristián Cruz representando a los familiares de las 15 víctimas de La Serena, y está pendiente a resolverse en los próximos días por la Corte de Apelaciones de Santiago. Entre estos antecedentes inculpatorios, está una “felicitación” a Cheyre en su Hoja de Vida firmada por el propio general Sergio Arellano, quien lo califica como “uno de los mejores oficiales de la II División de Ejército”.
“No pretendo funarlo, sólo que cuente su verdad. Televisión Nacional me convocó a hablar sobre mi historia y me da igual que esté Cheyre o no esté. No tengo ánimo de revancha”, agregó Lejderman, a través de un correo electrónico enviado al abogado de derechos humanos Héctor Salazar.
En entrevista con Radio Cooperativa, el abogado Salazar precisó que “Lejderman es el niño que fue entregado por el general Cheyre en el convento de monjas en La Serena cuando volvió la patrulla militar que había asesinado a sus padres y no sabían qué hacer con él”.
“Su jefe, Ariosto Lapostol, jefe de plaza, le ordenó que tomara contacto con la iglesia y lo hizo con el entonces obispo (Juan Francisco) Fresno, quien le hizo gestiones para que lo hicieran llegar a este convento mientras se tomaban las medidas para establecer contacto con la familia del niño en Argentina”, detalló.
Según Salazar, “desde el punto de vista de la investigación criminal, en este caso, no aparece una participación penal punible del general Cheyre (…) en ningún momento puedo decir que el general Cheyre haya secuestrado al menor. Cheyre no tiene ninguna responsabilidad penal. Ahora creo que como están dadas las cosas hoy es una estupenda oportunidad para que el general Cheyre explique cómo ocurrieron los hechos”.
“Lo que puedo decir, con certeza categórica, es que el general Cheyre no secuestró a ningún menor”, insistió.
“Había una investigación donde no sólo se le consultaba a los organismos del Estado sino también a otros sectores (relacionados con DD.HH.), y se buscaba en los archivos de la Vicaria de la Solidaridad”, subrayó en Radio Cooperativa.
En ese sentido, destacó que “a Cheyre se le nombró, porque la historia dio cuenta del rol que ocupó en la transición democrática”. En esa línea, Ottone llamó a la prudencia y a esperar ver cuál es la sentencia de los Tribunales de Justicia. “Todo es cuestionable, todo es investigable, pero debemos reconstruir una memoria verdadera y no en base a dichos, sensaciones e ideología”, recalcó.
Asimismo, dijo estar de acuerdo con el abogado Héctor Salazar en cuanto a que hasta el momento Cheyre no tiene “ninguna responsabilidad penal, por cuanto no secuestró a ningún menor”. Por lo anterior, dice, “Cheyre tiene que hablar”.
La versión oficial de la época y que se le dio a las religiosas fue que los padres de Ernesto “se suicidaron dinamitándose”. En 2007, la Novena Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago condenó a la pena de diez años y un día a los autores materiales de los homicidios calificados del ciudadano argentino Bernardo Ledjerman Konujowska, y la mexicana María Ávalos Castañeda, los padres de Ernesto. Estos son el brigadier (R) que no llegó de ascender a general, Fernando Polanco Gallardo, y los suboficiales (R) Luis Fernández Monje y Héctor Vallejos Birtiola.
“Hay testigos en el proceso que indican que Cheyre fue uno de los oficiales que dieron el tiro de gracia en la cabeza a los 15 asesinados por el escuadrón del general Sergio Arellano, hecho ocurrido el año 1973”, agregó.
Por su parte, la presidenta de la AFDD, Lorena Pizarro, aseguró que Cheyre —cuando estaba en el regimiento Arica— fue “cómplice en el secuestro de un niño de dos años que luego fue entregado a unas monjas”.
“Cheyre mintió diciendo que era huérfano porque sus padres, el argentino Bernardo Ledjerman y la mexicana María Ávalos, eran terroristas que se autodinamitaron al fracasar su huida a Argentina”, concluyó.
El ex Presidente de la República Ricardo Lagos salió en defensa del ex comandante en jefe del Ejército, Juan Emilio Cheyre, destacando su rol cumplido frente a la institución castrense y señalando que “no es justo juzgarlo ahora por lo que hizo como teniente a los 25 años” en relación al caso Lejderman.
En entrevista con “El Informante” de TVN, el ex mandatario subrayó que Cheyre “tiene un lugar en la historia de Chile” por cuanto desempeñó un rol muy importante en el tema de los derechos humanos y los hechos ocurridos durante el gobierno militar.
Asimismo, valoró la decisión de Cheyre de reivindicar la figura del general (r) Carlos Prats, quien fue asesinado en Buenos Aires junto a su esposa, Sofía Cuthbert, en septiembre de 1974, por un comando de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).
“Es muy importante entender que él tuvo el coraje, respecto de Carlos Prats, de reparar el daño inmenso a su antecesor como Comandante en Jefe. Cuando se acordó que se podía remover a los Comandantes en Jefe, Cheyre fue importante. Él y otros (jefes del Ejército) entendieron que había una situación distinta y que para andar por el mundo con dignidad había que tener un estado democrático”, recordó Lagos.
La tarde del 24 de diciembre de 1973, tres niños -Rodrigo Javier Palma Moraga, Jimmy Christie Bossy y Patricio Díaz Gajardo-, jugaban en las cercanías de la población ubicada en la parte superior de los estanques para el almacenamiento de combustible en Guayacán, Coquimbo. El padre de Patricio, al regresar de su trabajo, vio a los niños y se llevó a su hijo a casa. Los otros dos menores quedaron ahí, y no llegaron jamás a sus hogares, cuestión que causó alarma en el barrio.
Como si el arresto domiciliario no hubiera sido suficiente abuso, los padres de los menores empezaron a ser trasladados a menudo al regimiento, para ser torturados. Mientras tanto se efectuaban intensas búsquedas para dar con el paradero de los niños, participando el Cuerpo de Bomberos de Coquimbo, carabineros e Investigaciones con una brigada de Homicidios que enviada especialmente desde Santiago. Carabineros utilizó perros policiales "expertos en rastreo". Sin embargo, la búsqueda fue infructuosa.
El ex comandante del Regimiento "Arica" de La Serena, Ariosto Lapostol Orrego, niega que sus oficiales hayan participado en los fusilamientos de la Caravana de la Muerte, o dando un tiro de gracia por orden de Arellano.
http://www.chilevision.cl/2013/chile-las-imagenes-prohibidas/
Cheyre participó ese mediodía en la reunión que el Oficial Delegado de Pinochet y jefe de la Caravana, general Sergio Arellano, sostuvo con el comandante Lapostol en su oficina. Allí Arellano marcó los 15 nombres de quienes ese día debían morir sin juicio previo. Lapostol mantuvo en esa oficina una dura discusión con Arellano. Junto a Cheyre estuvieron el fiscal del regimiento, Manuel Cazanga, y el mayor Marcelo Moren Brito. Este último, hombre de la Caravana y “estrella” de la DINA que no necesita mayor presentación. Vale decir, Cheyre fue testigo del altercado entre el comandante Lapostol y Arellano, que ordenaba “juzgar” nuevamente detenidos que ya cumplían condenas bajas. El mismo Cheyre lo admite en el proceso por el episodio La Serena. “Yo entraba y salía de la oficina del comandante”. El comandante Lapostol también afirma judicialmente que Cheyre participó de aquella reunión.
¿Qué dijo finalmente ese bando? “Se informa a la ciudadanía que hoy 16 de octubre de 1973, a las 16.00 horas, fueron ejecutadas las siguientes personas conforme a lo dispuesto por los Tribunales Militares en tiempo de Guerra”.
¿Cómo que se enteró de los crímenes de la dictadura por los diarios años después leyendo artículos, si él mismo entregó ese día a la prensa el bando mintiendo a los familiares y a la población acerca de los 15 asesinatos de la Caravana de la Muerte cometidos en su propio regimiento?
“La preocupación fundamental era asegurarme de la pronta entrega de este antecedente a la opinión pública (…) Tomé contacto telefónico con el director del diario El Día”, dijo Cheyre en su declaración judicial en calidad de “inculpado” por estos delitos, el 18 de enero del 2000 ante el juez Juan Guzmán. Fue el mismo Cheyre quien informó de las 15 ejecuciones extrajudiciales, cubriendo las espaldas a los criminales Augusto Pinochet y Sergio Arellano.
Declara el entonces comandante Ariosto Lapostol, el 6 de enero de 1999, en el proceso: “Le ordené al teniente Cheyre que fuera al Diario El Día o que llamara por teléfono, para que se comunicara o se publicara el hecho del fusilamiento de quince personas; publicándose al día siguiente, 17 de octubre de 1973, un bando, puesto que así fue como decidió hacerlo el teniente Cheyre”.
Y don Juan Emilio decidió engañar. Lapostol quería salvar su honra. Exculpar de los crímenes a su gente. Decir que los mató la gente de Arellano.
El suboficial Luis Araos Flores era el segundo jefe de la Sección de Inteligencia del regimiento “Arica” ese día 15 de octubre. Su jefe de Sección era el capitán Fernando Polanco Gallardo, uno de los condenados en el caso Ledjerman-Ávalos. Pero durante octubre de 1973, Polanco no estuvo en La Serena pues cumplía funciones en Santiago.
Señala Araos, el 11 de diciembre de 2008, en la causa Caravana-La Serena: “Le manifesté a Cheyre la necesidad de informar lo ocurrido mediante un bando. Yo recogí la información de las personas fallecidas (…) Redacté un bando en que se consignaba que con la comitiva que llegó (Arellano), se ejecutó a las siguientes personas y sus cadáveres fueron llevados a una fosa común. Posteriormente, con los años me percaté que el bando había sido alterado”. Según Araos, el bando estaba autorizado por Cheyre.
¿Qué dijo finalmente ese bando? “Se informa a la ciudadanía que hoy 16 de octubre de 1973, a las 16.00 horas, fueron ejecutadas las siguientes personas conforme a lo dispuesto por los Tribunales Militares en tiempo de Guerra”.
¿Cuáles Tribunales Militares, don Juan Emilio? ¿Hubo Consejo de Guerra? ¿Cuáles fueron los abogados defensores de los detenidos? Nada señor.
Pero es el suboficial Héctor Vallejos Birtiola, también integrante de la Sección de Inteligencia del regimiento “Arica” al día de la visita del escuadrón de Arellano por La Serena, quien aporta otro antecedente relevante respecto de Cheyre: “En octubre de 1973 el capitán Fernando Polanco (jefe de esta Sección) fue enviado a Santiago en comisión de servicio. A cargo de la Sección de Inteligencia quedó el teniente Juan Emilio Cheyre Espinoza, que también se desempeñaba como ayudante del comandante Lapostol. Nosotros teníamos que llevarle toda la documentación a Cheyre para que él determinara lo que había que hacer”. Entonces, de acuerdo a esta declaración judicial, Cheyre era el jefe de Inteligencia del regimiento cuando mataron a los 15 prisioneros.
¿Supo o no don Juan Emilio de los crímenes, si era además el jefe de Inteligencia del regimiento “Arica” a esa fecha?
A no ser que todos mientan, partiendo por el comandante Lapostol, de acuerdo a estas declaraciones judiciales queda claro que el general Cheyre estuvo siempre perfectamente informado de aquellos crímenes. Y aquel día necesariamente tuvo que cumplir un rol activo en ese episodio, sin necesidad de mancharse las manos de sangre disparando contra los prisioneros. Todos los asesinatos de la Caravana de la Muerte por el sur y el norte con más de cien víctimas, fueron operaciones de Inteligencia.
En estos crímenes de La Serena existe otro antecedente jamás aclarado hasta ahora judicialmente. Un oficial del regimiento “Arica” a octubre de 1973, Pedro Rodríguez Bustos, declaró en el proceso en diciembre de 1999 que Arellano obligó a los oficiales jóvenes de menor graduación de ese regimiento, a dar el “tiro de gracia” con sus pistolas a los ejecutados, mientras sus cuerpos yacían en el suelo. El antecedente es congruente con la forma de operar de Arellano, sobre todo en las ciudades de Copiapó, Antofagasta y Calama, donde enganchó oficiales jóvenes para matar junto a sus hombres. Entre los nombres de oficiales que Rodríguez Bustos mencionó en aquellos supuestos “tiros de gracia”, estuvo el de Cheyre y diez más. En el proceso, además del comandante Lapostol, son varios quienes coinciden en que, además de los disparos de armas largas, fusiles ametralladoras que portaban los hombres de Arellano, hubo tiros de “pistola o revólver”.
Pero Rodríguez no fue testigo directo de aquello. Estaba de franco ese 16 de octubre. Dijo que se lo relataron “impactados en largas conversaciones” sus compañeros del mismo regimiento, Guillermo Raby y Julio Lafourcade, “con los cuales existe una gran amistad”. Todos los nombrados negaron judicialmente el hecho, incluyendo a Cheyre. Después desacreditaron a Rodríguez argumentando que se trataba de una “venganza” contra Cheyre, pues el declarante había sido guardaespalda del jefe CNI Álvaro Corbalán, enemigo declarado del general Cheyre. Así quedó el episodio en el aire. Sin embargo un día, finalizada la dictadura, los cuerpos de los 15 prisioneros fueron desenterrados de la fosa común del cementerio de La Serena, y los protocolos de autopsia aclararon el episodio. Diez de los cráneos tienen un solo balazo de arma corta, de trayectoria “de arriba hacia abajo”. O sea, el que disparó estaba de pie y el prisionero en el suelo. Los “tiros de gracia” existieron de acuerdo a estos protocolos. Pero no se sabe quiénes los dispararon.
Hasta ahora, al general Juan Emilio Cheyre no se le ha demostrado procesalmente una responsabilidad penal en estos crímenes de lesa humanidad. Aunque su procesamiento fue solicitado a los tribunales por el abogado Cristián Cruz representando a los familiares de las 15 víctimas de La Serena, y está pendiente a resolverse en los próximos días por la Corte de Apelaciones de Santiago. Entre estos antecedentes inculpatorios, está una “felicitación” a Cheyre en su Hoja de Vida firmada por el propio general Sergio Arellano, quien lo califica como “uno de los mejores oficiales de la II División de Ejército”.
19 de Agosto de 2013
Ciudadano argentino fue entregado a un convento por el ahora director del Servel Ernesto Lejderman: “No tengo ánimo de revancha con Cheyre”
“La verdad, me pareció que Cheyre no nos contó todo, pero sé que él no fue responsable directo del crimen de mis padres”, sostuvo a través de un mensaje enviado por correo electrónico al abogado de derechos humanos Héctor Salazar, quien por su parte, recalcó que “desde el punto de vista de la investigación criminal, en este caso, no aparece una participación penal punible” del ex comandante en jefe del Ejército.
por Christian Buscaglia
“Vi el reportaje (de TVN). No sabía que tuvo tanto impacto y no recordaba que Cheyre no quería hablar del tema públicamente. La verdad, me pareció que Cheyre no nos contó todo, pero sé que él no fue responsable directo del crimen de mis padres”, sostuvo Ernesto Lejderman, quien fue entregado por el ex comandante en jefe del Ejército y hoy director del Servel a un convento de monjas tras el asesinato de sus dos padres.
En entrevista con Radio Cooperativa, el abogado Salazar precisó que “Lejderman es el niño que fue entregado por el general Cheyre en el convento de monjas en La Serena cuando volvió la patrulla militar que había asesinado a sus padres y no sabían qué hacer con él”.
“Su jefe, Ariosto Lapostol, jefe de plaza, le ordenó que tomara contacto con la iglesia y lo hizo con el entonces obispo (Juan Francisco) Fresno, quien le hizo gestiones para que lo hicieran llegar a este convento mientras se tomaban las medidas para establecer contacto con la familia del niño en Argentina”, detalló.
Según Salazar, “desde el punto de vista de la investigación criminal, en este caso, no aparece una participación penal punible del general Cheyre (…) en ningún momento puedo decir que el general Cheyre haya secuestrado al menor. Cheyre no tiene ninguna responsabilidad penal. Ahora creo que como están dadas las cosas hoy es una estupenda oportunidad para que el general Cheyre explique cómo ocurrieron los hechos”.
“Lo que puedo decir, con certeza categórica, es que el general Cheyre no secuestró a ningún menor”, insistió.
Ottone defiende a Cheyre
Por su parte, el sociólogo y cientista político Ernesto Ottone comentó la columna escrita por el director de la UDP, Carlos Peña. En esa línea, recordó la época en que se desempeñaba como asesor del gobierno del Presidente Ricardo Lagos, señalando que hubo una “doctrina clara” sobre los nombramientos de los jefes de las Fuerzas Armadas.“Había una investigación donde no sólo se le consultaba a los organismos del Estado sino también a otros sectores (relacionados con DD.HH.), y se buscaba en los archivos de la Vicaria de la Solidaridad”, subrayó en Radio Cooperativa.
En ese sentido, destacó que “a Cheyre se le nombró, porque la historia dio cuenta del rol que ocupó en la transición democrática”. En esa línea, Ottone llamó a la prudencia y a esperar ver cuál es la sentencia de los Tribunales de Justicia. “Todo es cuestionable, todo es investigable, pero debemos reconstruir una memoria verdadera y no en base a dichos, sensaciones e ideología”, recalcó.
Asimismo, dijo estar de acuerdo con el abogado Héctor Salazar en cuanto a que hasta el momento Cheyre no tiene “ninguna responsabilidad penal, por cuanto no secuestró a ningún menor”. Por lo anterior, dice, “Cheyre tiene que hablar”.
Historia
Ernesto Ledjerman Ávalos vio morir a sus padres cuando tenía sólo dos años de edad. Fueron asesinados por militares del regimiento Arica, de La Serena, el 8 de diciembre de 1973. Horas después, el entonces teniente Juan Emilio Cheyre lo entregó al convento de las religiosas de La Providencia, en La Serena.La versión oficial de la época y que se le dio a las religiosas fue que los padres de Ernesto “se suicidaron dinamitándose”. En 2007, la Novena Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago condenó a la pena de diez años y un día a los autores materiales de los homicidios calificados del ciudadano argentino Bernardo Ledjerman Konujowska, y la mexicana María Ávalos Castañeda, los padres de Ernesto. Estos son el brigadier (R) que no llegó de ascender a general, Fernando Polanco Gallardo, y los suboficiales (R) Luis Fernández Monje y Héctor Vallejos Birtiola.
Reacciones
“Cheyre tiene muchas actuaciones oscuras cuando permaneció en servicio activo”, sostuvo el abogado e integrante de la Comisión de DD.HH. de la Cámara de Diputados, Hugo Gutiérrez (PC).“Hay testigos en el proceso que indican que Cheyre fue uno de los oficiales que dieron el tiro de gracia en la cabeza a los 15 asesinados por el escuadrón del general Sergio Arellano, hecho ocurrido el año 1973”, agregó.
Por su parte, la presidenta de la AFDD, Lorena Pizarro, aseguró que Cheyre —cuando estaba en el regimiento Arica— fue “cómplice en el secuestro de un niño de dos años que luego fue entregado a unas monjas”.
“Cheyre mintió diciendo que era huérfano porque sus padres, el argentino Bernardo Ledjerman y la mexicana María Ávalos, eran terroristas que se autodinamitaron al fracasar su huida a Argentina”, concluyó.
La absurdidad de Ricardo Lagos y su defensa de Cheyre
Publicado el 29 Agosto 2013
Escrito
por Marcela Vera
Hace unos días leí el
testimonio de Eliana de Jesús Rodríguez Dubó, quien relata que el 6 de octubre
de 1973, Juan Emilio Cheyre, junto a otros dos oficiales, como parte del piquete
de soldados que allanó su casa, la tomó prisionera y luego en el Regimiento Nº 2
Arica de La Serena, la torturó y violó por más de un mes. Hace unos días tambien
vi la entrevista a Lejderman junto a Cheyre, en el programa “El informante”, así
como las declaraciones del abogado Cristian Cruz, quien mostró pruebas de las
mentiras que inventa el ex comandante para tratar de quedar como el bueno de la
pelicula.
Hoy día, me encuentro
con que Ricardo Lagos defiende a Cheyre, diciendo que no se le puede juzgar. Me
pregunto, en calidad de qué lo hace. Pues no es quien para decir a quien se
puede juzgar y a quien no. Lagos dice que no se le puede juzgar poque solo tenía
25 años. La misma edad que el padre de Leyterman cuando fue asesinado, y mayor a
muchas otras víctimas que tuvieron la misma suerte, pues con ellos si que no
tuvieron perdón, ni jamás pensaron en su edad. Qué edad tendrían los agentes de
los servicios secretos de Pinochet? Será que no habría que juzgarlos tampoco por
haber sido jovenes? Por qué la sociedad considera que se es adulto a los
dieciocho años, si a los veinticinco aún no se tiene capacidad de discernimiento
y no podemos ser responsables de nuestros actos, como nos quiere decir el ex
presidente de la Republica?
Lagos habla bien de
Cheyre por haber asumido la responsabilidad del Ejército en los crímenes de la
dictadura. Como si la decencia fuera algo de alabar y condecorar, no lo normal
en una sociedad. Como si el verdadero honor de un soldado no fuese ser fiel a la
constitución y defender a la ciudadanía. Si, fue sumamente importante su
actitud, pero eso no lo exime de ninguna culpa que pudiera
tener.
El corto exilio de
Lagos fue bastante distinto al de la mayoría de los chilenos exiliados, y no sé
si tendrá algún familiar desaparecido, fusilado, torturado, o algo así. Quizás
por ahí pueda explicarse su insensibilidad para con las víctimas. De todas
maneras, no se necesita haber sufrido horrores para entender que las injusticias
son las mismas si se cometen por una persona joven, o por una mayor. Tampoco
hace falta ser muy sabio para saber que la falta de empatía no necesariamente se
quita con la edad. Pinochet por ejemplo, de viejo no se puso más bueno. Habrá
sido mejor persona a los veinticinco años quizás? Habría que tener en cuenta su
edad? Eso mismo pensó su abogado defensor. Así fue como le atribuyó el déficit
de salud mental que lo salvaría de los tribunales. Haremos lo mismo con los
demás?
En fin. Lo dicho por
Lagos me parece tan absurdo como el hecho de que él, habiendo dado paso libre a
las empresas privadas para contaminar los lagos del sur, fue enviado especial de
la ONU para tratar el cambio climático…Así de absurdo.
elclarin
Feliciano Cerda y la tortura en Dictadura: “Me taladrearon las muelas, quitaron la planta de los pies y me violaron”
The Clinic Online29 Agosto, 2013
The Clinic Online29 Agosto, 2013 Feliciano Cerda, Mentiras Verdaderas
28 de Agosto de 2013
RAZTRERO: Lagos sale en defensa de Cheyre por caso Lejderman: “No es justo juzgarlo ahora por lo que hizo como teniente a los 25 años”
El ex mandatario dijo en "El Informante" de TVN que el ex comandante en jefe del Ejército "tiene un lugar en la historia de Chile".
por El Mostrador
En entrevista con “El Informante” de TVN, el ex mandatario subrayó que Cheyre “tiene un lugar en la historia de Chile” por cuanto desempeñó un rol muy importante en el tema de los derechos humanos y los hechos ocurridos durante el gobierno militar.
Asimismo, valoró la decisión de Cheyre de reivindicar la figura del general (r) Carlos Prats, quien fue asesinado en Buenos Aires junto a su esposa, Sofía Cuthbert, en septiembre de 1974, por un comando de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).
“Es muy importante entender que él tuvo el coraje, respecto de Carlos Prats, de reparar el daño inmenso a su antecesor como Comandante en Jefe. Cuando se acordó que se podía remover a los Comandantes en Jefe, Cheyre fue importante. Él y otros (jefes del Ejército) entendieron que había una situación distinta y que para andar por el mundo con dignidad había que tener un estado democrático”, recordó Lagos.
El ejército niega todavía que Cheyre esté vinculado con el asesinato de dos niños en Guayacán, Región de Coquimbo, ocurrido en diciembre de 1973. La querella fue presentada por los abogados Hugo Gutiérrez y Juan Bustos en julio de 2001 contra el ex dictador Pinochet, e interpuesta por los familiares de Rodrigo Palma Moraga y Jimmy Christie Bossy, de 8 y 9 años de edad respectivamente. Los menores fueron fusilados por una patrulla militar que custodiaba unos gaseoductos en una población del sector La Herradura (Guayacán), habitada por funcionarios de Impuestos Internos.
Por Martín Faunes Amigo
"¿Qué saben ustedes...?"
La tarde del 24 de diciembre de 1973, tres niños -Rodrigo Javier Palma Moraga, Jimmy Christie Bossy y Patricio Díaz Gajardo-, jugaban en las cercanías de la población ubicada en la parte superior de los estanques para el almacenamiento de combustible en Guayacán, Coquimbo. El padre de Patricio, al regresar de su trabajo, vio a los niños y se llevó a su hijo a casa. Los otros dos menores quedaron ahí, y no llegaron jamás a sus hogares, cuestión que causó alarma en el barrio.
Los vecinos se organizaron en parejas para buscarlos, y se vieron obligados a infringir el toque de queda que, ese día, por ser Navidad, se alargó hasta las 21:00 hrs.
Nelson Díaz, padre de Patricio, y Luis Varas, utilizaron un automóvil. Llegaron hasta la portería de los estanques. Allí se percataron que, extrañamente, no había ningún militar, ni guardia. Los estanques eran custodiados permanentemente por los militares. Horas antes habían constatado la presencia de muchos soldados, que disparaban sus metralletas de manera habitual sin que nadie supiera hacia qué blancos.
Claro, a los pobladores les habían dicho que ahí "se podían producir atentados extremistas", pero nada de eso había ocurrido. El personal que custodiaba los estanques pertenecía al Regimiento de Artillería Motorizado Nº2 "Arica" de La Serena.
Los vecinos, alarmados y frustrados por la búsqueda inútil, regresaron a sus casas. Nelson Díaz y Luis Varas fueron detenidos por una patrulla de militares que les revisaron su auto e, incluso, dispararon sobre el techo del Fiat-600 en que se movilizaban.
Contra la muralla y con las manos en la cabeza, fueron amenazados de muerte en caso de moverse. Así permanecieron allí, en espera de alguien de mayor rango apareciera; y eso ocirrió algo después, cuando un capitán les presentó excusas y los dejó en libertad.
Como consecuencia de la desaparición de los menores, la vida del barrió cambió radicalmente. La casa de Raúl Palma, padre de uno de los niños, se veía permanentemente custodiada. La población fue cercada y se sometió a las familias de los menores a "arresto domiciliario". Toda la población fue allanada por militares armados quienes los interrogaron sobre "la desaparición de los menores" y "qué sabían de eso".
Balas militares
Como si el arresto domiciliario no hubiera sido suficiente abuso, los padres de los menores empezaron a ser trasladados a menudo al regimiento, para ser torturados. Mientras tanto se efectuaban intensas búsquedas para dar con el paradero de los niños, participando el Cuerpo de Bomberos de Coquimbo, carabineros e Investigaciones con una brigada de Homicidios que enviada especialmente desde Santiago. Carabineros utilizó perros policiales "expertos en rastreo". Sin embargo, la búsqueda fue infructuosa.
En agosto de 1978, niños del vecindario -que jugaban en el sector-, encontraron los restos de los menores sepultados a orillas del camino que conduce a la playa La Herradura, cercano a los depósitos de combustible, y a una distancia de, aproximadamente, 100 metros de las casas.
Estaban a una profundidad no superior a 20 centímetros, lo que resulta completamente incomprensible dado que en el lugar se buscó afanosamente, incluso con los perros policiales.
"Debido a esto y otros antecedentes presumimos que los cuerpos fueron colocados allí con posterioridad", señala el abogado Hugo Gutiérrez. En el Instituto Médico Legal de Santiago, se realizaron los peritajes. Los padres fueron citados para la entrega de los restos, entrevistándose con un médico legista, que practicó la autopsia. Les indicó que la causa de muerte era "a consecuencia de impactos de bala de grueso calibre, provocándoles la destrucción del 75% del cráneo", y agregando que "esos proyectiles los usan sólo el Ejército". Sin embargo, el médico les señaló que "no podía certificar esa causa de muerte". "Efectivamente el certificado señala 'causa de muerte indeterminada'", agrega Gutiérrez.
En la querella se cita, en calidad de inculpados, a Ariosto Lapostol Orrego, comandante del Regimiento Arica, Juan Emilio Cheyre Espinoza, que en el momento de ocurridos los hechos se desempeñaba como ayudante del comandante Lapostol (su "delfín"), y va dirigida contra Augusto Pinochet y "todos los que resulten responsables". También se cita a Osvaldo Pincetti (*), que mantuvo secuestrados a los padres de los niños, y al oficial Carlos Verdugo Gómez, que formaba parte de la Unidad Especial de Inteligencia del Regimiento "Arica".
Se presume que el grupo que estaba de guardia en ese momento, fue el que fusiló a los niños.
Después, escondieron los cuerpos para volver a enterrarlos en las cercanías cuando la búsqueda de la policía y los vecinos terminó. Por eso no había ningún militar cuando los vecinos los buscaron en los estanques. Los padres nunca presentaron el caso en ninguna instancia, "por temor.
No se califica todavía la participación de Cheyre. Lo citamos en calidad de 'inculpado'. No sabemos qué participación tuvo, y queremos que declare lo que sabe. Es razonable pensar que él, como ayudante del comandante, supo de los hechos y está al tanto de la participación de la patrulla militar. El ministro Guzmán hasta ahora no ha citado a nadie en el proceso", señala Hugo Gutiérrez.
Lapostol, Moren y Cheyre
El ex comandante del Regimiento "Arica" de La Serena, Ariosto Lapostol Orrego, niega que sus oficiales hayan participado en los fusilamientos de la Caravana de la Muerte, o dando un tiro de gracia por orden de Arellano.
El año pasado, señaló a Canal 13: "Yo le ordené en forma taxativa al entonces teniente Cheyre que ninguna persona ni ningún oficial, ni suboficial, cabo, sargento, soldado, participara en nada, ni en un consejo de guerra, a la orden del general Arellano". Sin embargo, Lapostol confirmó que "los ejecutados fueron elegidos por Arellano".
En la Caravana de la Muerte viajaba el capitán Marcelo Moren Brito, que formaba parte de la Agrupación de Combate Santiago-Centro bajo el mando también de Arellano Stark. Moren Brito viajó a Santiago horas antes del golpe militar en septiembre de 1973. Moren no era un desconocido en La Serena: era en ese momento, el segundo comandante del Regimiento "Arica".
Este artículo Arnaldo Pérez Guerra, fue publicado por El Siglo y La Insignia, en marzo del 2002, bajo el título "La responsabilidad de Cheyre"
(*) Nota de "Las historias que podemos contar":
Recuérdese que el Pincetti nombrado, era un empleado civil de la DINA y el CNI con conocimientos de hipnosis y parapsicología, cuyos alias eran "el Pincetti" y "profesor destino" porque conducía un espacio radial de horóscopos antes del golpe; y cumple hoy prisión por su involucramiento en el asesinato del carpintero Juan Alegría, crimen encargado por su jefe Álvaro Corbalán Castilla -preso también a cadena perpetua-, para encubrir el asesinato del líder sindical Tucapel Jiménez. El profesor destino intentó hipnotizar al carpintero Alegría para que éste escribiera una nota autoinculpándose por el asesinato de este dirigente; por lo tanto, es posible que estuviera intentado conseguir que los padres de los niños se autoinculparan por el asesinato de sus propios hijos.
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