El derrocamiento de Allende, contado por Washington
10 septiembre 20137
Desde 1961, apenas posesionado, el presidente John F. Kennedy nombró un comité encargado de las elecciones que se desarrollarían en Chile tres años después. Según la investigación de la Comisión Church del Senado estadounidense[1], estuvo compuesto de altos responsable del Departamento de Estado, la Casa Blanca y la CIA. Este Comité fue reproducido en la embajada estadounidense en Santiago, capital chilena. El objetivo era impedir que el candidato socialista, Salvador Allende, ganara los comicios [2].
Allende era un marxista convencido de que por la vía pacífica se podía llegar al gobierno, y, desde ahí, darle un vuelco a las estructuras del Estado en beneficio de las mayorías empobrecidas. Expresaba que para lograr tal objetivo se debía nacionalizar las grandes industrias, priorizando las que estaban en manos estadounidenses, al ser éstas las que explotaban los recursos estratégicos. Estos, y otros ideales sociales, lo convirtieron en un indeseable para Washington: podría servir de ejemplo para los pueblos de otras naciones latinoamericanas.
Para hacerle oposición, varios millones de dólares fueron distribuidos entre los partidos políticos de centro y de la derecha para que realizaran su propaganda. Al momento de elegir el candidato a la presidencia, Washington decidió apoyar a Eduardo Frei, del partido Demócrata Cristiano, un personaje que impuso a sus otros financiados.
En total, la operación costó unos veinte millones de dólares, una suma inmensa para la época, al punto de sólo poderse comparar con lo gastado en las elecciones presidenciales estadounidenses. Es que Washington no tanto invirtió en el candidato Frey, sino que realizó toda una campaña de propaganda anticomunista a largo plazo.
La Comisión del Senado dijo: “Se explotaron todos los medios posibles: prensa, radio, películas, volantes, folletos, correos, banderolas, pinturas murales.” La Comisión reconoció que la CIA realizó, por intermedio de sus partidos comprados y varias organizaciones sociales, una “campaña alarmista” donde el objetivo principal fueron las mujeres, a las cuales se les aseguraba que los soviéticos y los cubanos llegarían para arrebatarle a sus hijos si ganaba Allende. Afiches distribuidos masivamente mostraban a niños llevando en la frente un tatuaje con la hoz y el martillo. La tradición religiosa también fue manipulada al máximo para que se temiera al “comunismo ateo e impío.”
La operación psicológica funcionó por encima de las expectativas: Frei logró el 56% de votos, mientras que Allende el 39%. La CIA, según la Comisión del Senado, aseguró que “la campaña de inculcar miedo anticomunista había sido la más eficaz de todas las actividades adelantadas.”
Fue una operación psicológica, con carácter de guerra, cuya base eran los planes aplicados en Guatemala que terminaron derrocando al presidente Jacobo Arbenz, en junio de 1954 [3]. Una operación que en Chile no se desmanteló con el triunfo de Frei, porque, a pesar de todo, la cantidad de votos logrados por Allende fue alta. Y el vencido tenía todas las intenciones de presentarse a las futuras elecciones.
En sus Memorias William “Bill” Colby, jefe de la CIA entre 1973 y1976, cuenta que durante las elecciones presidenciales de 1970, “la CIA debió dirigir todos los esfuerzos contra el marxista Allende. Ella se encargó de organizar una vasta campaña de propaganda contra su candidatura.” [4] La operación se llamó “Segunda Vía”. Todo por orden directa del presidente Richard Nixon.
Henry Kissinger, el consejero para la Seguridad Nacional del presidente, expresaría durante una reunión del Consejo de Seguridad sobre Chile, el 27 de junio de 1970: “Yo no veo por qué debemos quedarnos indiferentes, mientras un país cae en el comunismo por culpa de la irresponsabilidad de su pueblo.” [5] O sea, la soberana decisión de los ciudadanos no podía ser válida si no estaba en concordancia con los intereses estadounidenses. Durante esta reunión se decidió sumar trescientos mil dólares a la operación de propaganda que ya se adelantaba.
Según la Comisión Church del senado, Richard Helms, jefe de la CIA desde 1966, envió a dos oficiales de la CIA, a los que conocía desde los primeros preparativos de invasión a Cuba, como responsables; ambos especialistas de la guerra psicológica y la desinformación; con importante participación en el golpe de Estado en Guatemala, y acababan de desembarcar de la guerra en Indochina: David Atlee Phillips y David Sánchez Morales. La Comisión del Senado dijo que una de las consignas que englobaba la campaña era: “La victoria de Allende significa la violencia y la represión estalinista.”
Pero el 4 de septiembre de 1970 Allende ganó las elecciones. Escribe Colby que “Nixon entró en cólera. Él estaba convencido de que la victoria de Allende haría pasar a Chile al campo de la revolución castrista y anti-americana, y que el resto de América Latina no tardaría en seguirle los pasos.” Prosigue el ex patrón de la CIA: Nixon convocó a Helms “y le impuso muy claramente la responsabilidad de evitar que Allende asumiera sus funciones.” En la misma reunión Nixon encargó a Kissinger darle un seguimiento estricto al complot.
Es que quedaba una posibilidad para evitar que Allende asumiera la presidencia: había triunfado pero con una mayoría relativa, debido a que las fuerzas de izquierda se habían dividido, carcomidas por la campaña mediática y/o el dinero que la CIA logró inyectar a ciertos grupos. Por tanto el Congreso chileno se debía reunir el 24 de octubre para decidir entre Allende y Jorge Alessandri, candidato del partido conservador y quien obtuviera la segunda votación. El plan de Washington era, entonces, comprar el voto de congresistas para que no confirmaran el triunfo del socialista. Helms envió a un “grupo de trabajo” que mantuvo una “actividad frenética” durante seis semanas”, según relata Colby. Esto tampoco funcionó y Allende sería declarado ganador de las elecciones.
Los operarios especiales de la CIA tomaron contacto con responsables políticos y militares para seleccionar aquellos que podrían estar listos para actuar contra Allende, “y determinar con ellos la ayuda financiera, las armas y el material que fuera necesario para barrerlo de la ruta hacia la presidencia”, según Colby.
La mayor esperanza se centró en las Fuerzas Armadas, pero todo dependía de su comandante, el general René Schneider. El problema que encontró la CIA es que este militar había expresado claramente que su institución respetaría la Constitución. Y Colby, en sus Memorias, reconoce con una naturalidad espeluznante: “Entonces era un hombre a matar. Se organiza contra él una tentativa de secuestro que termina mal: fue herido al oponer resistencia y muere poco después debido a las heridas.”
Según la Comisión Church el 22 de octubre, muy temprano en la mañana, la CIA entregó a conspiradores chilenos metralletas y municiones “esterilizadas”, denominadas así porque en caso de investigación no es posible determinar su origen. Horas después se produjo el atentado. Tres días después moriría Schneider, “el hombre a matar”. Inmediatamente el presidente Nixon envió un cínico mensaje a su homólogo chileno: “Yo quisiera hacerle parte de mi dolor ante este repugnante acto.” El sucesor de Schneider sería un tal general Pinochet.
El 3 de noviembre de 1970 Allende se posesionó como presidente: Nixon no le envió el regular mensaje de felicitación que exige el protocolo diplomático, ni el embajador estadounidense asistió a la investidura.
Ahora correspondía preparar la desestabilización del nuevo gobierno, lo cual se encargaría a la Dirección del Hemisferio Occidental de la Agencia. Una dependencia que desde 1972 tuvo como director a un oficial con gran experiencia en operaciones clandestinas: Ted Shackley. Y éste nombró a su hombre-sombra, Tom Clines, para que se concentrara en el “caso Allende”, teniendo bajo su responsabilidad a los viejos colegas Sánchez Morales y Atlee Phillips.
En marzo del siguiente año Bill Colby vuelve a ser el superior de Shackley y Clines como subdirector de Operaciones Especiales. Este trío regresaba de estar al frente de la guerra sucia en Indochina, muy particularmente en Vietnam.
Desde 1972 este equipo de la CIA, en Washington y Chile, fue desarrollando la operación más perfeccionada de desinformación y sabotaje económico que hasta ese momento se conociera en el mundo. Colby confesó que fue una “experiencia de laboratorio que demostró la eficacia de la inversión financiera para desacreditar y derrocar a un gobierno.” [6]
No fue todo. Según la Comisión del Senado estadounidense, la estación de la CIA en Santiago se dedicó a recoger toda la información necesaria para un eventual golpe de Estado. “Listas de personas a detener; infraestructuras y personal civil que debían ser protegidos con prioridad; instalaciones gubernamentales a ocupar; planes de urgencia previstos por el gobierno si se diera un levantamiento militar.” [7]
Según el ex funcionario del Departamento de Estado, William Blum, esta información sensible de Estado fue obtenida a partir de la “compra” de altos funcionarios y de dirigentes políticos de la coalición partidaria de Allende, La Unidad Popular [8] . Mientras que en Washington los empleados de la embajada chilena se quejaban de la desaparición de documentos, no sólo de la sede diplomática sino de sus propios domicilios. Sus comunicaciones fueron sometidas a escucha. Un trabajo realizado por el mismo equipo que muy poco después se involucraría en el Watergate. [9]
La acción contra Allende necesitó de una campaña internacional de difamación e intrigas. Buena parte de ella fue encargada a un inexperto en política exterior y casi desconocido político, aunque viejo conocido del presidente Nixon y de los hombres que adelantaban la operación: George H.W. Bush. Esa tarea la realizó como embajador en la ONU, función que ocupaba desde febrero de 1971. Cuando fue nombrado para el cargo nadie quiso recordar que pocos meses antes había logrado, como representante a la Cámara de Texas, que se restableciera en ese Estado la pena de muerte para los “homosexuales reincidentes”.
El 11 de septiembre de 1973 se da el sangriento golpe de Estado contra el gobierno de Allende, encabezado por el general Augusto Pinochet, y se desata una terrible represión. Aunque Shackley había dejado su cargo unos días antes de aquel fatídico día, fue la figura clave en el operativo. Su biógrafo afirma: “Salvador Allende murió durante el golpe. Cuando el humo se disipó, el General Augusto Pinochet, dirigente de la Junta Militar, estaba en el poder dictatorial, debido en parte al arduo trabajo de Shackley [...]” [10]
Casi un mes después, el 16 de octubre, Henry Kissinger recibiría el Premio Nobel de la Paz… Al año siguiente del golpe, mientras la dictadura seguía ensangrentando a la nación, el presidente Gerald Ford declaraba que los estadounidenses habían actuado “por los mejores intereses de los chilenos y, obviamente, para los de Estados Unidos.” [11]
Mientras que en 1980 el ex presidente Nixon escribiría: “Los detractores se preocupan únicamente por la represión política en Chile, e ignoran las libertades fruto de una economía libre […] Más que reclamar la perfección inmediata en Chile, deberíamos apoyar los progresos realizados.” [12]
(* Con algunos pocos cambios, este es un capitulo tomado del libro “El Equipo de Choque de la CIA”. El Viejo Topo, Barcelona, 2010.)
Notas:
1- Comisión especial presidida por el senador Frank Church: “Alleged Assassination Plots Involving foreign Leaders.” November, 1975. U.S. Government printing office 61-985, Washington, 1975.
2- Cover Action in Chile, 1963-1973. The Select Committe to Study Governmental Operations with Respect to Intelligence Activities, US Senate. Washington, 18 décembre 1975.
3- El presidente estadounidense Dwight David Eisenhower autorizó a la CIA el derrocamiento de Arbenz, aplicando un plan integral, inédito hasta ese momento en el continente, que contenía acciones de guerra sicológica, mercenaria y paramilitar, cuyo nombre en clave fue PBSUCCESS. Ver: Cullather, Nick. “Secret History: the CIA Classified Accounts of its Operations in Guatemala, 1952-1954″. Stanford University. 1999.
4- Colby, William. “30 ans de C.I.A.” Presses de la Renaissance. París, 1978.
5- Newsweek. Washington, 23 septembre 1974.
6- New York Times. 8 septembre 1974.
7- Cover Action in Chile, 1963-1973. Ob. Cit.
8- Blum, William. “Les guerres scélérates”. Parangon, París 2004.
9- Watergate se llamaba el edificio donde ese encontraban las oficinas del Partido Demócrata. Ilegalmente, en 1972 el presidente Nixon ordenó que fueran puestas bajo escucha. Ante las pruebas y el escándalo el presidente debió renunciar en agosto de 1974. Ver: Marchetti, Victor y Marks, John. “La CIA et le culte du renseignement”. Ed. Robert Laffont. París, 1975.
10- Corn, David. Blond Ghost, “Ted Shackley and the CIA’s Crusades”. Simon & Schuster. New York, 1994.
11- New York Times. 17 septembre 1974.
12- Nixon, Richard. “La vraie guerre”. Albin Michel. París, 1980.
El rol de Agustín Edwards antes y después del 11 de septiembre de 1973
Por Francisca Skoknic | 11-09-2013 - 19:31 |
La conmemoración de los 40 años del golpe de Estado ha vuelto el foco sobre la responsabilidad de distintos actores en el quiebre institucional, entre los que se cuentan los medios de comunicación. Documentos de la CIA y otras reparticiones del gobierno estadounidense desclasificados en distintos períodos muestran en detalle cómo operó Agustín Edwards, dueño del diario El Mercurio, para desestabilizar al gobierno de Salvador Allende aun antes de que éste asumiera. Pronto será llamado a declarar en la investigación judicial sobre los instigadores del golpe.
Lo dijo el poderoso ex secretario de Estado Henry Kissinger: una visita de Agustín Edwards a Washington gatilló la decisión de Richard Nixon de apoyar un Golpe de Estado en Chile. Lo escribió Kissinger en su biografía y lo rescató el director del National Security Archive, Peter Kornbluh, en su libro The Pinochet File (2003). El volumen reconstruye la historia secreta del golpe a partir de archivos de la CIA. Una historia en la que el dueño de El Mercurio juega un rol importante.
Ahora que se cumplen 40 años del Golpe de Estado, el Presidente Sebastián Piñera arrastró a los medios a la discusión sobre los cómplices pasivos de la dictadura y sobre quiénes deben pedir perdón. Insistió sobre ello en el discurso con que conmemoró el aniversario del golpe en La Moneda: “La responsabilidad también alcanza a algunos medios de comunicación, que con frecuencia se limitaron a entregar la versión oficial del gobierno y no siempre investigaron e informaron con la objetividad y veracidad que los graves atropellos a los derechos humanos exigían”.
Y este domingo 8, el abogado Carlos Peña –rector de la Universidad Diego Portales y vicepresidente del directorio de CIPER– usó las páginas del propio El Mercurio para apuntar hacia las responsabilidades del diario. Recordó específicamente la portada de La Segunda –también propiedad de Agustín Edwards– que bajo el titular “Exterminados como ratones” fue parte de una operación para encubrir el asesinato de 119 opositores al régimen.
Pese a haber transcurrido 40 años, El Mercurio no parece lamentar su actuación en dictadura. El mismo domingo, una editorial del periódico reivindicó lo hecho, congratulándose incluso de haber contribuido “decisivamente a una transición pacífica y democrática” gracias a que al intentar relajar las restricciones, la prensa establecida permitió que surgieran los medios opositores en la década de 1980.
El camino seguido por El Mercurio contrasta con el del conglomerado de medios brasileños O’Globo, que recientemente admitió que fue un “error” haber apoyado editorialmente a la dictadura en dicho país. El reconocimiento fue valorado por unos y cuestionado como oportunista por otros, pero indudablemente representa un paso más allá de lo que han hecho los medios chilenos.
No es la primera vez que la atención pública está puesta en la responsabilidad de El Mercurio en incitar el Golpe de Estado y cubrir los crímenes de la dictadura. El último episodio que incomodó al periódico fue el lanzamiento en 2008 de “El Diario de Agustín”, un documental de Ignacio Agüero que ahondó en el papel jugado por los diarios de la cadena de El Mercurio.
Hasta ahora, Agustín Edwards nunca ha tenido que dar explicaciones sobre sus actuaciones. Eso podría cambiar pronto, pues de acuerdo a La Tercera, el juez Mario Carroza ya emitió una orden a la PDI para “ubicar y entrevistar” al dueño de El Mercurio, en el marco de la investigación que busca aclarar cómo se gestó el golpe de estado.
NO TAN PASIVOS
A diferencia de lo que la editorial de El Mercurio sugirió este domingo 8 de septiembre, el periódico apoyó explícitamente al régimen de Augusto Pinochet. Su actuación se puede rastrear mucho antes del golpe y está documentada desde que en 1975 el informe del Comité Church del Congreso estadounidense revelara el detalle de cómo la CIA usó a El Mercurio para desestabilizar a Salvador Allende. La intervención se da en el marco de las operaciones Track I y Track II, que desde 1970 la agencia de inteligencia llevó a cabo para, primero, evitar la asunción de Allende, y después, para derrocarlo.
Según el libro de Kornbluh, la relación entre El Mercurio y la CIA era de larga data. Ya en los años sesenta la agencia de inteligencia tenía en su nómina de sueldos a periodistas y editores del diario, y también había pagado gastos operativos del periódico. Más tarde la CIA llevó a cabo el “Proyecto El Mercurio”, destinando fondos para el que sería un actor relevante en el derrocamiento de Allende, usándolo como máquina propagandista.
La pista sobre el involucramiento de Agustín Edwards en el golpe se puede seguir tan atrás como septiembre de 1970, días después de las elecciones presidenciales que tuvieron lugar el 4 de ese mes y en las que Salvador Allende obtuvo una estrecha victoria que debía ser ratificada por el Congreso. “Agustín Edwards ha huido y llega aquí el lunes. Me voy a reunir con él…”, le dijo Kissinger a Nixon, según un documento desclasificado en 2008 y publicado entonces por CIPER.
El lunes al que se refería Kissinger correspondía al 14 de septiembre de 1970, cuando faltaban aún 40 días para que el Congreso decidiera si ratificaba a Allende como presidente o elegía a Jorge Alessandri, quien resultó segundo. Agustín Edwards y el gobierno estadounidense ya planeaban cómo evitar su asunción o derrocar su eventual gobierno.
Al día siguiente, a las 9 de la mañana, Kissinger le pidió a Richard Helms, entonces director de la CIA, que conversara con Edwards y luego le diera su opinión, según consta en la transcripción de la conversación telefónica entre ambos. “Iré al centro a reunirme con él”, le contestó Helms.
Esa misma tarde Nixon dio a la CIA una orden que sería clave para el futuro de Chile: “Evitar que Allende asuma el poder o derrocarlo”. Al igual que Kissinger, Helms dijo al Comité Church del Senado estadounidense que tenía la impresión de que Nixon llamó a una reunión para dar la orden de intervenir en Chile debido al testimonio que Agustín Edwards había llevado a Washington sobre la situación chilena.
El memorándum que registra lo que se habló en la reunión de Helms con Edwards está fechado tres días más tarde. Como muchos de los documentos desclasificados, partes del texto están tachadas. Por ejemplo, sólo el nombre de uno de los asistentes –Richard Helms– es legible, pero Kornbluh, el mayor experto en archivos desclasificados sobre Chile, asegura que por las fechas y el contenido, no hay dudas de que se trata de la reunión con Agustín Edwards.
El reporte señala que alguien –presumiblemente Edwards, porque el nombre está tachado– se queja de no haber podido hacer algo para quitarle votos a Tomic. Luego se explica que el gobierno estadounidense limitó su apoyo, permitiendo que alguien–nuevamente el nombre está tachado, puede ser Edwards– hiciera una campaña contra Allende, pero no le permitió apoyar directamente a Alessandri.
Durante el encuentro se analiza la contingencia política chilena, como la oferta de Alessandri de renunciar a asumir la presidencia en caso de ser electo por el Congreso, de modo de que Eduardo Frei Montalva (entonces presidente en ejercicio) pudiera presentarse en los siguientes comicios y ser electo. Sin embargo, las posibilidades de Alessandri eran bajísimas y se decía que los democratacristianos estaban asustados porque los comunistas ya estaban haciendo listas negras con los nombres de los funcionarios de gobierno DC.
El documento evalúa tres riesgos de intentar evitar la asunción de Allende: qué hacer en caso de que el plan falle (el cambio de mando era el 4 de noviembre, apenas 10 días después de que el congreso definiera la presidencia); algunos parlamentarios podían anunciar prematuramente su apoyo a Alessandri, gatillando que los comunistas “salgan a la calle”; y el general Roberto Viaux “o algún otro loco” podían intentar hacer un golpe, dificultando cualquier esfuerzo serio.
El último punto del reporte desclasificado es el más relevante, pues ya entonces se analiza el “timing para una posible acción militar”. Uno de los asistentes se pregunta si pueden correr el riesgo de que el plan Alessandri-Frei funcione.
UN PROYECTO CARO
El “Proyecto El Mercurio” implicó el desembolso de millones de dólares para financiar el periódico. A juzgar por los documentos de la CIA, sin esos fondos es posible que el decano de la prensa chilena no hubiera sobrevivido a la Unidad Popular.
“El Mercurio fue un canal de propaganda mayor durante 1970-75, así como lo fue durante las elecciones de 1970 y en el período previo al cambio de mando”, concluyó el Comité Church. Y agregó: “La CIA gastó U$ 1,5 millones para apoyar a El Mercurio, el diario más grande del país y el canal más importante para propaganda contra Allende. De acuerdo a los documentos de la CIA, esos esfuerzos tuvieron un rol importante en preparar el escenario para el golpe militar del 11 de septiembre de 1973”. Tiempo después se descubriría que el flujo de dinero fue aún mayor.
Documentos desclasificados más tarde muestran que en 1971 la CIA analizó dos alternativas opuestas para El Mercurio: gastar mucho dinero para financiar al diario, pero corriendo el riesgo de que Allende decidiera cerrar el diario; o dejar que El Mercurio saliera de circulación y usarlo como una forma de propaganda para mostrar el daño que la UP hacía a la libertad de prensa. Sin embargo, precisa el memorándum, Allende podría haber sido capaz de demostrar que la “ineptitud financiera” de los administradores del periódico lo llevaron a la ruina. Por todo lo anterior, el entonces embajador de Estados Unidos en Chile, Edward Korry, recomendó optar por financiar el diario.
La opinión de Korry se impuso por sobre otras y el propio Nixon aprobó el desembolso de U$700 mil, los que al mes siguiente se complementaron hasta alcanzar U$1 millón. De acuerdo a los documentos citados por Kornbluh, siete meses más tarde la CIA pidió otros U$965 mil, lo que generó un debate en el gobierno estadounidense, pues el diario ya no estaba bajo amenaza directa de Allende y lo que pasaba era que se estaba quedando sin acceso al crédito. Sin embargo, el diario era considerado esencial para liderar la oposición a Allende en vista de las elecciones parlamentarias de marzo de 1973. Los fondos se aprobaron y no fueron los únicos que alimentaron la caja de Agustín Edwards, quien también recibió apoyo a través de la empresa de telecomunicaciones estadounidense ITT, cuyos bienes en Chile sentía amenazados.
Lunes 2 septiembre 2013 | 19:48 ·
Actualizado: 11:32
Autor de “Pinochet: Los Archivos Secretos” asegura que EEUU debe pedir perdón a Chile por dictadura
Publicado por Francisca Rivas
El autor del libro “Pinochet: Los Archivos Secretos”, Peter Kornbluh,
se encuentra de visita en Chile para presentar la reedición de la obra y
participar de un seminario, en el marco del cumplimiento de los 40 años desde
ocurrido el golpe militar.
Peter Kornbluh es director del “Chile Documentation Project” en el National
Security Archive de la Universidad George Washington, en Estados Unidos. En
noviembre de 2010, donó numerosos archivos secretos desclasificados al Museo de
la Memoria.
Sobre las secuelas dejadas por la dictadura, Kornbluh sostuvo que “el tema de
la justicia y derechos humanos en Chile me parece que está avanzando
lentamente”, asegurando que después de Argentina, nuestro país es el segundo de
América Latina que más condenas ha dictado contra los culpables por los delitos
de lesa humanidad.
“El mundo ha mirado a Chile de afuera y ve a un país que realmente está en
una buena ruta en estos términos”, agregó.
En tanto, en referencia a la responsabilidad de Estados Unidos en el golpe
militar, el autor estimó que el país tiene la “obligación de pedir perdón a los
chilenos por su rol histórico” en la dictadura.
Peter Kornbluhl fue uno de los principales invitados al seminario gratuito “A
40 años del Golpe de estado en Chile, usos y abusos en la historia”, organizado
por 10 departamentos, escuelas e institutos de Historia de 10 universidades
chilenas, que se realizó en el GAM.
A continuación, escucha la entrevista completa a Peter Kornbluh
realizada por Radio Bío Bío:
Peter Kornbluh: "Pinochet tenía un plan para un segundo golpe"
El año 2003 se publicó en Estados Unidos el libro "Pinochet: Los Archivos Secretos", una investigación que revela cómo la Casa Blanca actuó en el derrocamiento del gobierno de Salvador Allende, como también su colaboración con la instalación de la dictadura. Con motivo de la conmemoración de los 40 años del golpe el autor de este trabajo está en Chile , y participará en un seminario que pretende recordar y entregar detalles de los hechos que ocurrieron en septiembre de 1973.
En entrevista con CNN Chile el analista e investigador del Departamento de Documentación sobre Chile del Centro Nacional de Seguridad, Peter Kornbluh, se refirió a su libro, el cual está basado en los documentos entregados por la CIA donde "dejaron salir documentos desde el 69 al 90" dijo el autor, para que así se pudieran conocer los datos de Pinochet y el mandato de Allende.
Más de 20 mil documentos fueron revelados en los cuales "hablan de la motivación de Richard Nixon y Henry Kissinger de bloquear la consagración de Salvador Allende, y de poder gobernar aquí" ya que el temor se centró que "iba a nacionalizar las empresas norteamericanas" además agregó que "Nixon dice el problema es que Allende va a consolidar su modelo y va a tener éxito alrededor del mundo" modificando la economía mundial.
Otro de los hechos realizados por Estados Unidos contra el gobierno de Salvador Allende, según contó Peter Kornbluh fue "enviando dineros partidos políticos como a la Democracia Cristiana, a El Mercurio y Agustín Edwards" para realizar campañas en contra de Allende. Enfatizó también en casos de crímenes como la muerte del general René Schneider, ya que "después del asesinato de Schneider la CIA pagó los asesinos más de 35 mil dolares para callar el rol de EE.UU."
"Pinochet tenía un plan para un segundo golpe, pero los Estados Unidos llegó a conocer este plan" por lo que logró convencer a los otros miembros de la junta para "frenar" el golpe de Estado, hecho que se abría gestado en periodo del plebiscito del Sí o el No.
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